Las plantas se apartaron, pues a nadie le gusta ser pisoteado.
Unos caminan, otros miran pasar. Diferentes, pero iguales. Baja mar, pleamar.
Todo nace cuando se siente el gusanillo del movimiento, la ansiedad y alegría de un proyecto nuevo.
«Marcho», piensa uno, «Arranco», y no tiene más remedio que mirar alrededor. ¿Hacia dónde?
Decidimos seguir al sol, cada uno lo que anhela, y le ponemos un nombre a nuestra voluntad de alejarnos del vacío denso que se cuela en la quietud.
Todos te hablan del Camino: un sinfín de información que le quita el misterio a viajar. Fotos y más fotos, mapas desde el cielo; una jaula para la espontaneidad.
Le ponemos ruedas a la cosa, para poder cargar ese millar de pequeñas cosas que nos producen comodidad. Gafas, toallas, cremas, ropas, bolsos y demás. Ya me canso y todavía no he empezado a andar.
Finalmente llega el día y todo queda atrás: empieza la fiesta de los sentidos en la que te propongo participar.
El principio
Los días van sumando belleza, los ojos descansan, el cuerpo se deja acariciar por el viento.
El camino es cíclico, las costumbres se instauran en él con una facilidad asombrosa. Al segundo día son rutina. Prepararse, primeros pasos, admiración, endorfinas, pasos y más pasos, belleza, descanso, comida, descanso, pasos…
Y así se van los días.
Es fácil vivir cuando lo único que tienes que hacer es llegar a un punto siguiendo las flechas amarillas… aunque a veces se torna difícil; hay momentos en los que preferirías no caminar, pero como estás en el camino, andas.
Pequeño accidente
Por innovar, por salirse del camino se pierde en un laberinto de pinchos. Busca unos acantilados de los que oyó hablar, sin saber que nadie los visita porque no hay senda, pero sí hay un mar que solo allí ha visto.
Duele. Se pasa mal. Sale uno lastimado, pero sale y sigue caminando. Son solo pinchos, se dice cuando sufre, solo pinchos.
El cuerpo magullado, lleno de agujerillos, la mente tranquila porque ayudó al cuerpo a salir del apuro. Todos a una.
“Son solo pinchos” es como un mantra, para no dejar volar la imaginación y sobre todo no dejarle el control al miedo. Son solo pinchos.
Da grandes zancadas, tratando de salir de esa jungla de zarzas y tojos, sumando kilómetros y sudores.
Se sale dolorido, pero tranquilo.
Tras horas de bregar, llega a una pradera con una fuente en medio. Se lava, se tumba y deja toda la tensión sobre la hierba. Agua, pis, tranquilidad. Queda el cansancio y los agujeros que se volvieron burbujas rojas.
Prueba unos pocos pasos.
Duele.
Unos pocos más.
Las montañas custodian su espalda y el mar saluda tras el acantilado, juega con los rayos de sol a crear colores. Ahora turquesa, ahora esmeralda para resaltar el azul marino del fondo, una franja fuerte que parece sostener al mundo como un cinturón.
Los pasos calientan el cuerpo, las imágenes la mente y el sonido acaricia los oídos.
Duele, pero continúa.
Duele la vida también.
Y uno sigue protegido por las montañas y el mar.
Otros que pasaron antes se ocuparon de marcar el camino. Tras el accidente, las marcas se acogen con júbilo.
Pensamiento positivo hasta en la sopa, pero hoy viene bien, no hay ganas de perderse a explorar.
Un paso y otro.
Sanando las heridas que perdieron el rojo y dejaron una pequeña marca.
Y un paso.
Y otro.
El daño fue mayor al esperado.
Al día siguiente cada paso es una tortura, largo cada metro del trayecto.
Los golpes se acusan más de lo que esperado. Uno desconoce su límite hasta que no lo pone a prueba.
El ritmo
La cuesta es grande y su ritmo un poco más lento del habitual, para guardar fuerzas, pero animoso. Se adapta a la curva de la montaña, la acaricia con los pies, primero uno, luego otro. Cadencia rítmica que llena los oídos hasta que uno se acostumbra y anula el sonido propio para poder escuchar lo demás.
De pronto se oye el ruido de unos palitos por detrás, más sonoros que los pasos. Clin. Clin. Parece que aceleran un poco, con ánimo de adelantar.
Se pierde el ritmo propio.
¿Desacelera uno para facilitar la maniobra?
Instintivamente el paso se ha acelerado ligeramente, pero entonces no podrá adelantar.
Los pasos de atrás titubean.
La cuesta se empina.
El ritmo se perdió con el sonido del otro.
En un ligero vistazo se descartan posibles amenazas.
Uno trata de volver, de abstraerse de la pisada del desconocido que va detrás.
La senda sigue subiendo y los pasos, parece que acompasados a una distancia algo mayor, se agarran a la montaña en el tramo final.
La loma que corona la subida es un lugar de descanso para el de delante.
El de atrás continúa, ahora sí, a su ritmo.
Se miran.
Se han acompañado un rato aun sin verse, al menos el de delante. Ahora cada uno seguirá su camino, al ritmo de la soledad.
La cima
¿Qué haces cuando llegas a la cima?
Contemplar la visión. Mirar el entorno, aprender de la vista, y luego… descansar.
La subida ha sido dura, no terminaba nunca; cuando uno cree que ya casi está, la montaña se retuerce y aparecen nuevas curvas, otra pendiente. Algunos descansan, otros siguen con más fuerza que nunca, un paso, y otro, todo el cuerpo duro, concentrado.
Tras descansar, de premio una fruta. Y agua.
Llegas. Contemplas. Descansas. Te recompones. ¿Y?
Y toca empezar a bajar.
El camino sigue.
Caminas, te nutres y descansas. Poco más. No cabe.
Caminas y te fijas en las hojas, los escarabajos, las mariposas.
Te metes en un túnel verde que te succiona con su belleza.
Te nutres y cada bocado tiene significado.
Estás sentado al borde del sendero, pendiente del sabor de la fruta en la boca.
Chorrea por la barbilla.
El riachuelo te observa y tú a él.
Ese bocado.
Descansas.
Y cuando llega la noche duermes y duermes.
Sigues durmiendo.
Sueño reparador que te despierta las ganas de seguir caminando.
Cuando caminas, caminas.
Cuando comes, comes.
Y cuando descansas…
Buen camino
¿Qué quieren decir esas palabras cuando uno las dice o las recibe?
Se siente una ligera emoción, como si por un segundo, la persona que las pronuncia pudiera compartir los pasos del que las recoge.
“Buen camino.”
Soy consciente de tu paso por mi lado. Te miro. Me doy cuenta de que vas tras el sol y comparto tu búsqueda, porque todos la sentimos, caminemos o no. Y te deseo algo, no sé bien qué, no sé qué encierra ese “buen”, tal vez es suficientemente impreciso como para reflejar sus deseos en los propios, o viceversa.
Sea lo que sea “buen” para el otro, se mezcla con lo que uno cree que es “buen”.
¿Es bueno el dolor?, ¿la tristeza?, ¿el desánimo?
No existe el camino fácil. En el bosque, al final siempre aparece el lobo. Da igual bajo qué forma: una ampolla en el dedo meñique sirve para joderlo todo. En realidad poco importa si es eso o es que fulanito/a no hizo aquello o dijo lo otro. Hay días en que no hay forma de calmar el infierno. Se ha pegado a uno. Y el sol que el otro día secaba la camiseta y protegía del frío, hoy no deja respirar. Y no tiene que ver con la temperatura.
Vacaciones
Qué delicia cuando uno se concede un día de vacaciones. No hay ningún proyecto que se lo merezca “todo”, porque no dejaría perspectiva para alejarse y entenderlo, para pensar en abandonarlo, para observar su belleza y aprender de su ritmo. Y para no hacer nada, que es mucho más de lo que parece.
Chispea sobre el cuaderno, la gente vuelve del mar.
Una de las potencias de los proyectos es que te succionan. Te arrastran y te meten en un torbellino que no sabes adonde lleva.
Los caminantes somos el río de los que viven al lado del camino.
Te recomiendan ir por la carretera: “Te ahorras dos kilómetros”, pero uno prefiere ir por los senderos.
Yendo por ellos siempre hay encuentros…
Encuentros animales

Babosa naranja – nataliagomezdelpozuelo.com

Pobre topito… – nataliagomezdelpozuelo.com

Gaviotas – nataliagomezdelpozuelo.com

Animales de todos los colores

Humanos descansando – nataliagomezdelpozuelo.com
Una oruga que también camina….
Encuentros con la creatividad…
Humana

WhatsApp en la pared – nataliagomezdelpozuelo.com

Henry manda la ubicación – nataliagomezdelpozuelo.com

Soporte para plantas – nataliagomezdelpozuelo.com

Soporte para vehículos, incluido tren – nataliagomezdelpozuelo.com

Creatividad de película – nataliagomezdelpozuelo.com
Y encuentros con la creatividad animal

Creatividad animal doble – nataliagomezdelpozuelo.com

Creatividad animal amorosa – nataliagomezdelpozuelo.com
Encrucijadas…

Hacia dónde quiere ir uno…y el otro – nataliagomezdelpozuelo.com
Falsas puertas

El camino está lleno de falsas puertas, hacia la oscuridad y hacia la luz – nataliagomezdelpozuelo.com
Encuentros con la luz
Y con las sombras
Encuentros con la belleza por doquier
Y la compañía de los sonidos del camino
El sonido de los pasos cazado por el móvil desde el bolsillo
Los sonidos del viento.
El mar omnipresente en el camino del norte.
Que también se cruza a ratos (sic) con caminos más transitados.
De nuevo el mar…
El sonido del folclore.
Y el que no está…
Lo intenté atrapar durante días.
No lo logré.
¡Imagínatelo!
Porque la imaginación es la que planta la semilla de un nuevo viaje. De un nuevo camino.
Que belleza Natalia, un equilibrio delicioso entre la belleza que entra por los cinco sentidos, momentos de reflexión profundos y lúcidos que conmueven, y búsqueda….
Siempre he querido hacer el camino, ahora sé como lo quiero hacer.
Gracias
Hola María!
Cuánto me alegro que lo sientas así y sobre todo, que te animes a hacerlo.
De veras es maravilloso recorrerlo.
Será estupendo compartir.
Un abrazo María.
Natalia
Si lo que buscabas es que ya tuviera plan para el verano que viene… lo has conseguido!!! Precioso reportaje, preciosa forma de contarlo, preciosa… Tú!!! 🙂
¡Tú si que eres preciosa!
Un beso gigante.
Natalia
¡Genial, Natalia!
¡Cómo he disfrutado con tu camino!
Poesía, belleza, esfuerzo, pinchos, dolor, enigmas… y más.
¡Un abrazo!
Me consta que también disfrutas con tu camino y tus proyectos.
Un fuerte abrazo.
Natalia