Las personalidades de las casas… y de las personas

Las personalidades de las casas… y de las personas

Cada casa es como un teatrillo en el que los dueños interpretan su guión de vida.

Lo he pensado al ver una que está colocada como en un escenario; tiene escalones que la muestran ahí, en su lugar, rodeada de esculturas de diosas semidesnudas y un cenador en el que, de noche, imagino a los dueños brindando con un vino blanco muy frío acompañado del sonido de risas tipo Gatsby.

Entro de lleno en el juego de fijarme en las casas. Esta otra respeta lo tradicional, pero le han puesto una escalera de cristal que le da un toque moderno, como para mostrar que no está anclada en el pasado.

Esa de ahí se esconde tras un muro de cipreses y poco puedo decir de ella, salvo eso, que se esconde.

En aquella hay una escalera apoyada para subir al tejado, como esperando a ser utilizada. Tal vez el buen hombre se diga a sí mismo cuando suba: «Este otoño el viento no va a poder conmigo, las tejas van a aguantar…»  Hace de ello una cuestión personal. Tiene leña cortada como para tres años, y yo le adivino acumulando más, por si acaso.

Esos han colocado un rinconcito bajo los pinos, con una hamaca colgada, dos sillas, una mesita y una tumbona. El lugar parece atraer, y al mismo tiempo parece alejarse de la casa, como si para sentarse un rato a leer bajo un pino hubiera que hacer una excursión con cantimplora y todo.

Se oyen los chapoteos y los juegos de unos niños en la piscina. Son extranjeros. La matrícula del coche que está fuera dice LT. Lituania, supongo. Sí que han venido desde lejos.

La iglesia está sin terminar. La mitad es blanca y aseadita, la otra mitad es de ladrillos grises de cemento con las ventanas como ojos negros que muy abiertos muestran su asombro. Unos cuantos bancos esperan alineados bajo los árboles a que llegue la tarde del domingo y se acerquen los veraneantes más concienzudos.

También están los añadidos estéticos, tipo arcos, cúpulas, águilas y enanitos, pero eso mejor lo dejamos para otro rato.

Desde allí a lo alto se debe ver todo lo que  está más abajo. Es imponente. El mirador acristalado domina las vistas y una gran palmera marca el sitio, para que se sepa. A mi paso un perro gruñe con desgana, y algo más allá suena una alarma a la que nadie parece prestar atención.

Las que están escondidas entre los árboles tienen un no sé qué de misteriosas. Como esa. ¡Me encanta! ¿Por qué esa en particular, con todas las que he visto? Por un lado está abierta y se funde con el bosque y por el resto de lados se cierra discreta. Se oye música suave y voces que charlan despacio, dan ganas de quedarse.

Las casas, como los seres humanos, tienen su personalidad. ¿Cómo es la tuya? ¿Qué dice de ti?

¿Cómo es la de tu vecino?  ¿En qué piensas cada vez que la ves?

¿Cuál sería tu casa ideal?

La mía (idealmente, claro) sería el lugar exacto en el que estoy en cada momento: el bosque, el parque, la caravana, el hogar, la montaña o el límite entre la tierra y el mar. Idealmente.

Según vamos por la vida, en cualquier lugar, nos contamos historias sobre los demás y sobre nosotros mismos. Este pequeño recorrido entre casas se ha convertido en un juego de adivinanzas, de imaginar las historias que hay detrás de lo que al fin y al cabo son solo unas cuantas paredes encaladas  y un lugar del que decir «MIO».

Si caminas y piensas, escúchate, porque los detalles observados muestran tu mirada al mundo; en aquello en lo que te fijas y en la explicación que le das, te verás a ti mismo y sabrás un poco más de tus gustos y de tus prejuicios.

De pronto, entre las casas, aparece la bahía, con su azul turquesa; ya no se ve la maraña de casas blancas encaramadas a la costa y al monte. Ante esa vista, los detalles desaparecen y el mar y el aire lo llenan todo.

 

vacaciones, casas, detalles

4 Comentarios

  1. Esther

    Fantástico relato! Estoy completamente de acuerdo contigo, cada casa refleja el escenario de nuestra vida, lo visible, lo invisible y lo perceptivo. De hecho, es uno de mis lemas.
    Para mi, la casa ideal es la que responde a lo mejor de uno mismo.
    🙂
    Saludos,
    Esther.

    Responder
    • Natalia Gomez del Pozuelo

      Gracias Esther. Un fuerte abrazo,
      Natalia

      Responder
  2. Marta Herranz Luna

    Qué gusto leer algo tan bonito y bien narrado Natalia. Transmites la paz que seguro estás sintiendo al pasear entre todos esos hogares y ese paisaje tan precioso.

    PD: El otro día vi a tus padres. Les encontre genial!.

    Un fuerte abrazo

    Responder
    • Natalia Gomez del Pozuelo

      Muchas gracias Marta, el gustazo es mío por tenerte aquí cerquita.
      (La verdad es que están muy bien, como el tuyo) Crucemos los dedos.
      Un fuerte abrazo,
      Natalia

      Responder

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Suscríbete y recibe pequeñas historias semanales

Apúntate aquí:

* campo obligatorio
   

Te recomiendo mi último libro: