Pensamos en nuestro “padre o madre ideal” e intentamos serlo para nuestros hijos

Pensamos en nuestro “padre o madre ideal” e intentamos serlo para nuestros hijos

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Pero el método falla.

No funciona porque no existe un padre o una madre ideal y, si existiera, no podríamos ponerlo en práctica porque nosotros mismos somos imperfectos, incoherentes e inestables. El que no tenga NADA de estos tres últimos adjetivos que levante la mano.

No veo ninguna mano alzada, lo que solo puede querer decir una cosa, puesto que estoy sola… 🙂

Aun siento imposible, lo intentamos con todo nuestro corazón. No un día, ni dos, sino todos los días, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, los que tenemos hijos intentamos responder a nuestra idea sobre lo que es un buen padre o madre.

Y nuestra idea, que por momentos creemos absoluta, se ha formado con un potpurrí de genes, “verdades” del país o países que nos han conformado, de la religión más cercana, de conceptos sociales y culturales, de cosas leídas o de aquellas dichas por los profesores que nos enseñaron…

Para reflexionar sobre nuestros pre-conceptos y entender que cada ser tiene uno diferente, te recomiendo que veas este vídeo de 5 minutos sobre la forma de “sacudir tu historia:

Cada persona trata de educar en función de su ideal de padre, pero hasta la persona más consciente, contagia sus prejuicios, miedos, inseguridades, excesos y demás, a los chavales, y ellos, con eso y con lo que traen de serie, hacen lo que pueden.

Cuando les va mal, si uno les ve descentrados de ellos mismos, o sufrir, o hacer(se) daño…, duele muchísimo, y ese propio dolor se les contagia de vuelta.

A nuestros padres les sucedió lo mismo con nosotros y a nuestros hijos les pasará con los suyos. Y, si en el futuro, son algoritmos los que educan, les sucederá lo mismo, porque se habrán alimentado de humanidad: estaremos en sus genes.

Imperfección, sí, pero de corazón.

Eso no nos exime de la responsabilidad, pero les provee de un lazo al que agarrarse.

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