Si quieres que te escuchen… ¡escucha!

Si quieres que te escuchen… ¡escucha!

Be a Good Listener To Do List Reminder Hear Learn Understand

En la mayoría de los cursos de formación en comunicación que me solicitan, esperan que les forme en emitir bien. Creo que no terminamos de asimilar que la escucha tiene una mayor incidencia en la comunicación que el habla.

[piopialo vcboxed=»1″]La escucha es, sin lugar a dudas, la competencia más importante en la comunicación humana[/piopialo]

(La frase es del libro Actos de lenguaje: la escucha – de Rafael Echeverría. Le citaré en varias ocasiones a lo largo del artículo entrecomillado. No incluiré la fuente cada vez para facilitar la lectura.)

«No hay mejor indicador de la calidad de una relación que la manera como evaluamos la escucha que en ella se produce.»

No sé si has leído bien la frase anterior, porque en la comunicación escrita sucede lo mismo, no siempre leemos bien; en dicha frase no se habla solo de cómo se escuchan las personas, sino de cómo evalúan la escucha del otro. El habla es una manifestación externa del sentido del propio ser, por lo que la persona que no se siente escuchada tiene la sensación de que no le importa a los demás.

Me suelo encontrar, tanto en las sesiones de entrenamiento individual como en los cursos de comunicación que imparto, que hay muchas más personas que me dicen: “Mi pareja no me escucha” o el jefe o los hijos… a personas que me dicen: “No escucho lo suficiente”.

Creemos que el problema está en los demás, son los otros los que no “me” escuchan; nos cuesta reconocer cómo participamos en ello, cuando en la mayoría de los casos: “la mejor manera de cambiar aquellas cosas que tanto nos molestan en los otros, es intervenir en nosotros mismos”.

[piopialo vcboxed=»1″]Si deseamos que nos escuchen más, la mejor estrategia es escuchar más.[/piopialo]

Conviene que “aquello que vamos a decir responda a las inquietudes del oyente (…), es indispensable colocar aquello que nos interesa a nosotros, al interior de lo que le interesa al otro.”

Por tanto, si no hemos realizado el acto de la escucha previa de manera completa, es más difícil que logremos hacerlo y, por tanto, que nos escuchen.

[piopialo vcboxed=»1″]Escuchar es percibir e interpretar; es algo muy activo (por contraste con la imagen de pasividad que tiene)[/piopialo]

Percibo, además de las palabras, los gestos, el tono, la respiración, la corporalidad… Interpreto, además del lenguaje y su significado, si son coherentes todos los factores percibidos.

A través de la escucha, la palabra del otro pone “en marcha” un complejo proceso interpretativo de parte de quien se encuentra en el rol del oyente”

Desde el momento en el que el otro empieza a hablar, hacemos una presunción global sobre el sentido que busca expresarse. Según continúa, vamos ajustando el sentido y para ello echamos mano de nuestros prejuicios, por lo que son necesarios para interpretar, pero es importante aprender a soltarlos y darle fluidez y capacidad de auto transformación a nuestra escucha.

La escucha opera en el tiempo

En la medida en que pasa el tiempo, podemos ajustar nuestras interpretaciones: las palabras oídas, las recordadas, son reinterpretadas para descubrir sentidos que no habíamos descubierto antes. Aparece también el futuro: nuestras expectativas, lo que podría pasar con lo que hemos escuchado.

[piopialo vcboxed=»1″]Siempre existe una diferencia entre lo que una persona dice y lo que la otra interpreta…[/piopialo]

pero podemos intentar que sea la menor posible. Una buena relación es aquella que maneja las diferencias desde el respeto.

Para que nos escuchen, propongo mejorar la escucha propia atendiendo a cuatro fases:

  1. Escuchar lo que dice la otra persona

Esto implica estar atento a las palabras y al lenguaje no verbal de la persona. No hace falta que se realice desde el consciente, muchas veces nuestro propio cuerpo es el que nos da la información de la coherencia o no entre el mensaje y el lenguaje no verbal de las personas, ya que son tantos los elementos a tener en cuenta que la mente consciente no es capaz de procesarlos. Además implica no interrumpir. En el artículo Por qué interrumpimos a los demás tienes un ejercicio muy interesante para evitar hacerlo.

  1. Escuchar la inquietud que hay detrás de lo que dice

Se trata de aprender a escuchar algo que no está en lo que el orador dice, sino detrás de lo que dice, ya que hablamos o hacemos cosas, para “hacernos cargo de una particular inquietud”. A veces el que habla es consciente de esa inquietud o tiene una interpretación de por qué dice lo que dice, pero otras no.  El ser conscientes de este segundo nivel y estar atentos a él nos hace mejores escuchadores. Sucede a menudo que si los que hablan ponen en primer plano la inquietud en vez de lo dicho, se pueden alcanzar lugares más interesantes.

  1. Dejarse transformar por lo que dice

Nos identificamos con nuestra forma de pensar, la creemos propia y la defendemos como si el estar en desacuerdo con nosotros fuera un ataque personal, no nos damos cuenta de que todo lo que creemos tiene su origen en los pensamientos ajenos y anteriores a uno. Si libramos nuestra escucha de las “verdades” heredadas, estaremos en disposición de encararla en función de las necesidades de cada momento y haremos hueco a la apertura y el respeto al otro, a aceptar la posibilidad de que nos muestre algo nuevo que nos transforme; ese otro puede pensar de manera muy distinta a nosotros y eso no significa que esté equivocado o que lo que piensa sea falso. Si nos defendemos, si no deseamos ser transformados, la comunicación pierde su sentido.

  1. Comunicar al otro esa transformación para que sea consciente de esa escucha y la sienta

Y llegamos al cuarto nivel de la escucha, el que para mí está en la raíz de ese “no me escucha” que sienten tu pareja, tus hijos, tus compañeros… y que a veces te repiten y no logras entender por qué, cuando podrías repetir palabra por palabra lo que han dicho y es mostrar al otro la escucha, no solo la famosa escucha activa de la que tanto se habla, sino la transformación que se ha producido en uno a través del contacto y la comunicación con esa persona.

Muchas veces algo que dice alguien tiene un gran efecto en nosotros y nos lleva a ver las cosas de una manera completamente diferente, pero no se lo hacemos saber, y el otro, al no ser consciente de esa transformación, no se siente escuchado.

¡Cuántas relaciones serían más satisfactorias si aplicáramos este último paso!

 

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