Otra vez es primavera

Otra vez es primavera

Aunque parecía que no iba a llegar, porque el invierno ha sido largo y lluvioso, aquí está, como todos los años. Un día nos sorprendió un sol más cálido y, aunque todavía no nos atreviéramos a dejar el abrigo, las flores, que hasta ese día esperaban escondidas, se asomaron en brotes limpios. En breve, explotarán sus colores salpicando el campo.

Y yo pienso en el origen de esas flores, en esa semilla que encontró la tierra un día y que, hoy, es una planta que se viste de tonos vivos y se perfuma para el cortejo, para que los insectos la polinicen y dé frutos redondos y jugosos.

Esa semilla pequeña con forma de grano de arroz, que hoy es árbol o planta, en su día no era nada; era solo una idea, como nuestros proyectos, los de cada uno de nosotros, esas ideas que al principio parecen locuras, y que vamos dando forma en noches de insomnio, hasta que en nuestra mente vemos lo que pueden llegar a ser.

Pero, un día cualquiera en el que nos sentimos más animosos, o tal vez más inconscientes, nos decidimos a plantarla. Cada uno su semilla, única e irrepetible. Unos escogen la semilla de una familia, otros la de una vocación, los de allí han escogido la de un amor, en cambio aquellos, una profesión, un hijo, una casa, un sueño, la búsqueda…

Pero el proceso es el mismo para todos.

Primero es necesario preparar la tierra. Si está abonada, todo resultará más fácil y nuestra planta será vigorosa, aunque en las tierras más inhóspitas, también crecen flores inauditas.

A continuación cavaremos un hoyo pequeño e introduciremos la semilla con cuidado. La miramos, ahí al fondo, y tal vez nos preguntamos si ése grano de color pardo es el que queríamos plantar o si las raíces crecerán hacia dentro, para afianzarla, y el tallo saldrá al sol y se abrirá al aire. Pero nos sobreponemos a las dudas y la tapamos con tierra, dando unos golpecitos finales, como de ánimo, pero no a la tierra, sino a nosotros mismos.

Las opiniones de los demás sobre nuestra planta nos pueden servir si nos alientan, si nos descubren ideas nuevas, o si el que opina es un experto en botánica, pero el progreso ha de surgir de dentro, desde lo más profundo, sin ser apremiado, ni acelerado por nada.

Y se riega. El agua es el alimento de las plantas y de los árboles. El de nuestra semilla es el trabajo, el esfuerzo, el ánimo, y las ganas de que llegue a dar frutos algún día.

Se alimenta y se espera. Trabajo y paciencia. Agua y voluntad.

Aunque la paciencia parezca estar pasada de moda y abunde la ansiedad que no espera y la angustia de no tener aún lo que se busca, la paciencia tiene más poder que la fuerza.

A veces vendrán heladas, y puede que nuestro proyecto se congele, o incluso muera; y si no protegemos nuestra planta, tal vez alguien la pisotee o la arranque y habrá que empezar de nuevo el proceso: plantar la semilla (o una nueva si por el camino hemos cambiado), cavar la tierra, introducirla y alimentarla. Y en lo que esté en nuestra mano, no debemos flaquear, porque el tiempo no tiene valor en la espera, porque a pesar de todo, después de un año, viene otro, después del invierno vienen las flores y, tras ellas, llega ese verano en el que nuestro fruto estará maduro, pero sólo para quienes tengan paciencia y sepan esperar, para los que vivan “como si ante ellos se extendiera la eternidad”*.

Publicado en la revista AVENUE ILLUSTRATED

* Reiner Maria Rilke: Cartas a un joven poeta.

2 Comentarios

  1. Saul Gonzalez Reyes

    Hola Natalia, siempre es un gusto saber de tí, felicidades por el trabajo que estas realizando.
    ¿ conoces esta palabra?, aparece dos veces en la Biblia (versión 1960 reyna-Valera)

    longanimidad.

    (Del lat. longanimĭtas, -ātis).

    1. f. Grandeza y constancia de ánimo en las adversidades.

    Un saludo.

    Responder
    • nataliagomezdelpozuelo

      Gracias Saul. Siempre es un placer saber de ti. Espero que tú y tu familia os encontréis bien.

      Responder

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