No te hagas cargo de todos los muertos

No te hagas cargo de todos los muertos

perro mirando, cachorro

Este perro es el protagonista de mi aventura de hoy.

Estaba sentada sobre una roca escuchando el río y dejando que el sol me calentara la piel cuando he oído unos ladridos y luego los gritos de una persona; sonaba a cacería. En el monte de enfrente he visto un perro blanco ir de un lado a otro. He pensado con pena en dos grandes jabalíes que me encontré en esa misma loma meses atrás. He cerrado los ojos y he seguido percibiendo el entorno con el resto de los sentidos.

Cuando los he abierto, lo tenía ahí delante, mirándome con cara de bueno, ya veis que se parece al dragón de la historia interminable pero de verdad, no de cartón piedra. Movía el rabo y se quedaba a mi lado, como si hubiera sido su sitio de siempre.

He sentido miedo; no del pobre perrillo sino de la posibilidad de «cargar con el muerto», de sentirme en la obligación de ocuparme de él. He caminado rápido a ver si se quedaba donde estaba, pero me ha seguido como si paseáramos juntos cada día. Me he parado y se ha quedado a mi lado, vigilando y gimiendo, dando unos pocos pasos, pidiéndome que siguiéramos y al ver que yo me quedaba quieta, se tumbaba a la sombra esperando tranquilo.

Me he dado cuenta de que hace poco me pasó lo mismo con una persona, la sensación de carga al creer que el otro quería que me ocupara de él, me sucede a veces cuando alguien a quien no conozco mucho me pide opinión sobre lo que escribe, como si ese texto fuera responsabilidad mía.

Mi mente barajaba ya mil opciones: llamar a la policía para que se ocuparan de él, o a una protectora de animales… lo que fuera con tal de no dejar que entrara en mi casa ni un segundo, «que yo me sé cómo terminan estas cosas».

Visto desde ahora, cuando conozco el desenlace de la historia (que enseguida te cuento) soy consciente de lo prepotentes que somos,  perdón, que soy.

He dado por sentado que yo estaba en una situación más favorable que él y que necesitaba mi ayuda.

¿No es eso lo que hacemos permanentemente con los países en vías de desarrollo?

Sentía la carga del perro sobre mis espaldas y no le he tratado con mucha amabilidad. No le he querido prestar atención ni le he hecho ningún mimo, no se fuera a quedar a mi lado. ¿No hacemos eso mismo con los Sirios?

He oído a otras personas que se acercaba y él ha prestado atención y se ha alejado unos pasos hacia ellas; he seguido caminando hacia el otro lado (perra de mí); él me ha seguido.

Al rato, han sonado unos ladridos colina arriba y él ha ladrado en respuesta, ha subido unos pasos, me ha mirado, ha bajado, se ha acercado a mí y enseguida ha vuelto a subir. Yo he apretado el paso. No le he visto más.

Creo que lo que este encuentro me ha mostrado es mucho más importante que lo que yo podía darle él.

Tal vez sea independiente y viva en el monte con otros colegas y solo buscara un poco de comida, o vete tú a saber por qué ha elegido acompañarme ese rato, lo que sí sé es que yo no he estado a la altura por miedo a «cargar con el muerto», ese miedo que nos agarrota y nos impide vivir plenamente.

 

3 Comentarios

  1. Santiago

    Querida compañera, gracias por tu reflexión, yo estoy a caballo entre las dos posiciones.

    Por un lado estoy de acuerdo en que cargamos a menudo el mundo en nuestros hombros y queremos ser l@s salvador@s del mundo. Esto se estudia mucho en terapia sistémica, se trabaja en el mundo del coaching y en el mundo del yoga.

    Personalmente soy un gran seguidor y estudioso tanto de las culturas antiguas orientales y de las occidentales, aunque últimamente tiro más hacia autores tipo Krishnamurti o Eric Fromm que nos hablan de tomar responsabilidad en nuestras decisiones (estoy es algo que ya decía Buda en el Kalama Sutra, es decir que no creyésemos ni al más sabio de los sabios a no ser que lo que nos dijera pasase por el filtro de nuestra cabeza y nuestro corazón)

    Tu decisión es sabia, tanto como lo es la del otro compañero que ha contestado. ¿Por qué? Porque ambas son fruto de una reflexión y una consulta a la cabeza y al corazón propios.

    Lo más importante desde mi punto de vista es poner sobre la mesa nuestras creencias, saber de dónde vienen, si vienen de oriente o de occidente, de nuestr@s madres/padres… Yo por ejemplo sé que estoy muy influenciado por la corriente oriental de confiar en la Vida, no intervenir, etc… pero por otro lado me pregunto si no estoy malinterpretando este conocimiento…

    Creo que todo se trata de un equilibrio. Cuando estamos en un momento crítico en el que no podemos pensar, ahí tenemos que actuar instintivamente, ahí no hay más remedio, ahí actuará nuestra amígdala.

    Pero cuando tenemos la oportunidad de reflexionar, tenemos que analizar si realmente nosotr@s podemos ayudar, y quizá no pensar tanto en el ego, si no en la otra persona.

    Si yo siempre estoy ayudando al gusano a abrir la crisálida, al final él no tendrá fuerzas para abrirla, y cuando la abra no tendrá fuerzas para convertirse en mariposa y volar, y morirá. Por otro lado, si miro para otro lado ante las desgracias de quien está a mi lado, quizá me necesite y no sea capaz de salir adelante sol@.

    A veces ayudo sólo a quien me lo pide, y otras ayudo a quien no me lo pide se ponga como se ponga. Unas veces hago amig@s gracias a esto, otras veces hago daño, y otras veces hago enemig@s. Pero siempre hago lo que creo que tengo que hacer buscando un equilibrio entre la humildad y la arrogancia (la arrogancia a veces tiene sus cosas positivas porque nos da valentía y fuerza, es posible que Jesucristo se preguntara si realmente estaba convencido de lo que estaba haciendo, o que dudara, por ejemplo cuando se enfadaba)

    Por ello creo que es todo más complejo de lo que creemos. Yo siempre trato de recordar aquella canción de «solo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente».

    Esta claro, que sol@s no podemos cambiar el mundo, pero junt@s sí podemos. Podemos intervenir en política, participar y donar a ongs, etc. Tan errado desde mi punto de vista es quien se entrega a l@s demás en todo momento sin pensar en sí mism@, como quien nunca lo hace.

    A veces me paro a reflexionar quien ha hecho más por la Humanidad, si Santa Teresa de Calcuta, Alexander Flemming, Albert Einstein, Steve Jobs, Bill Gates, Gandhi, Jesucristo, Buda… y la verdad es que no sabría decirlo. Tod@s ell@s nos regalaron un modelo a seguir, eligiendo diferentes caminos y nos inspiraron a darnos cuenta de que podemos llegar a límites insospechados en nuestra condición humana. Steve Jobs antes de morir, confesó que todo lo que había tenido, cuando estaba en su lecho de muerte, no lo recordaba, en cambio, el amor de sus seres querid@s estaría siempre en su corazón en cualquier dimensión.

    Lo que sí me queda claro es que debemos actuar en libertad, dejando atrás el que dirán, y tratar de no juzgar a nadie por sus decisiones.

    Un abrazo 🙂

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  2. Xavier B. Fernández

    «Tal vez sea independiente y viva en el monte con otros colegas y solo buscara un poco de comida, o vete tú a saber por qué ha elegido acompañarme ese rato». No. Ese perro ya debe estar muerto, en soledad y, probablemente, de inanición. Y si acabó alejándose de ti fue porque percibió (los perros nos saben leer muy bien) que tú no estabas por la labor. Los perros son animales extremadamente dependientes de los humanos. Ese buscaba un poco de comida, desde luego, pero también un poco de compañía, y de protección. No hacía falta que te lo llevaras a casa, bastaba con haber llamado a información pidiendo el teléfono del servicio de recogida de animales más cercano. Y esperar a que vinieran a por él, o llevarlo tú. No creo que hubiera sido tanta molestia ni tanto sacrificio.
    Mientras estudiaba en la universidad trabajé en una gasolinera de las afueras, y todos los veranos acogíamos a algún perro abandonado por sus amos. ¿sabes qué dicen los amos para justificarse? pues algo parecido a lo que dices tú: que ahora es libre, ahora es independiente, puede vivir en el monte con otros perros… es una mentira miserable. El destino de un perro abandonado es la muerte por inanición o la muerte por atropello (o sólo recogíamos muchos perros abandonados, sino que también teníamos que rematar muchos atropellados). Y mucha soledad.
    «Tal vez sea independiente y viva en el monte con otros colegas y solo buscara un poco de comida, o vete tú a saber por qué ha elegido acompañarme ese rato». Ese tipo de comentario me saca de quicio. Es ese mismo tipo de comentario que hacen algunos al ver un homeless: » En el fondo viven así porque les gusta, así no tienen responsabilidades» o el peor, «seguro que tiene mucho dinero. Con las limosnas se saca más de lo que parece». O otro clásico, «ellas han elegido esa ocupación» o el «es que no les gusta trabajar» que otros dicen sobre las prostitutas. Muchos, justo antes de contratarlas para un servicio. Y ya no quiero escribir más sobre esto, porque me has puesto de muy, muy mala leche.

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    • Natalia Gomez del Pozuelo

      Es posible que tengas razón y no me siento orgullosa de mi actitud.

      No quiero justificarme con que no parecía hambriento y no le eché de mi lado, estábamos en medio del monte y para llevármelo tendría que haber andado con él más de una hora, por eso he escrito el artículo, para indagar en por qué tenemos estos comportamientos tan cobardes, viles, odiosos… (cada uno que ponga el artículo que desee como has hecho tú) y tengo la certeza de que es por miedo. En otras ocasiones actuamos de una manera más sabia, generosa, amorosa… Llevo toda la vida intentándolo y lamentablemente (como en este caso) no siempre lo logro, pero creo que el afán de «construirme» en esa dirección es uno de los pilares que me sostiene.

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