Tomar decisiones implica equivocarse

Tomar decisiones implica equivocarse

El viernes pasado, el puente que cruza la autopista estaba lleno de coches con mamás y papás que volvían de recoger a los niños del colegio. Llovía bastante y el tráfico era muy lento.

Yo llevaba a cinco niños y un montón de mochilas cuando vi que había un gatito mojado en medio del puente. Estaba hecho una bola, como intentando desaparecer, sin saber hacia dónde ir, aturdido por la lluvia y los coches. Yo venía por el otro carril y le hice señas a un gran todoterreno de que parara porque iba a pasar por encima del gato. No me vio, o no me hizo caso, y siguió de frente. El gatito se quedó quieto y el coche pasó dejándolo milagrosamente entre las ruedas. Paré el coche, me bajé e hice señas al siguiente vehículo de que parara, pero de nuevo no me vio, aunque por suerte también esta vez se quedó el gato entre los ejes.

Venía otro coche y esta vez me puse casi delante y le dije a la señora que conducía que parara (con bastante mal genio, la verdad). Le expliqué que había un gatito y me dijo que perdonase, que no se veía nada.

Me fui hacia la parte trasera del coche, buscando al animal para cogerlo y llevarlo a algún sitio seguro pero no lo veía. Le dije a la señora: «Dale un poco hacia adelante, despacito».

La mujer avanzó con cuidado y en ese momento sonó un terrible crujir de huesos. Allí estaba el gatito, atropellado por la rueda delantera del coche, convulsionando.

Me llevé la mano a la boca y me metí rápido en el coche, no quería ver más. No fui capaz de esperar a ver cómo estaba e intentar llevarlo al veterinario. Las lágrimas me empezaron a caer como si se tratara de una fuente. No intenté contenerlas, ni hice ningún ruido; los niños me miraban compungidos. No sé cómo se quedaría la pobre señora, pero yo no podía parar de llorar.

¿Por qué me impresionó tanto?

  • Porque me recordó a un vídeo que había visto hace poco en una conferencia en el que una furgoneta atropella a una niña de dos años y por su lado pasan más de 17 personas antes de que alguien la ayude.Os pongo el link, pero os aviso de que es realmente duro y seguro que hiere vuestra sensibilidad: http://www.youtube.com/watch?v=T_MT0LaNA1Y
  • Además de ese recuerdo tan terrible, me impresionó mucho el ruido. Una vez que se ha oído ese crujir de huesos se mete en las entrañas y no te abandona.
  • También tuve la sensación de que cada uno va a lo suyo, que estamos “llenos” de prisa y que así no hay quién viva.
  • Y también pensé que si yo no hubiera hecho nada, tal vez el gato habría sobrevivido.

En cualquier caso, siempre que se toman decisiones se corre un riesgo, pero:

aunque nos equivoquemos, eso no quiere decir que no tendríamos que haberlo hecho de esa manera.

Según las estadísticas, después de que algo no nos salga como esperábamos (en lenguaje común “después de un fracaso”) un 80% de las personas no lo vuelven a intentar.

Yo no sé si alguna vez me volveré a enfrentar a una situación parecida, pero tal vez no sea yo la que la viva, sino cualquiera de los cinco niños que iban en el coche conmigo, y me gustaría creer que ellos pararían el coche, se bajarían e intentarían salvar al gato.

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10 Comentarios

  1. José

    Natalia,
    No debemos esperar el éxito en todas nuestras actuaciones y no somos responsables mas que del daño que queramos causar.
    José

    Responder
  2. Teresa

    Querida Natalia, esto que nos escribes muestra la gran persona que eres, llena de sensibilidad y ternura. A veces no es mucho lo que podemos hacer, pero por lo menos lo habremos intentado, habremos puesto todo de nuestra parte. Tal vez el destino de aquel gatito era no sobrevivir. Ojalá hubiera mas personas como tu, el mundo seria mucho mejor. Personas valientes.

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  3. Ernesto

    Apreciada Natalia, pienso que quieres invitarnos a reflexionar sobre un hecho que va más allá de lo narrado. Digamos que es un punto de partida. Estamos de acuerdo sobre la importancia de la sensibilidad en una sociedad que pierde cantidad de horizontes. Tocar y sentir lo humano de lo humano, desde la piel, significa entrar en el dolor que se padece por la indiferencia social. La ternura como derecho igualmente es un deber que se sintetiza en “sentir” al otro como a sí mismo. Es decir encontrarme desde el encuentro con el otro, “encarnación” si se quiere. El dolor del otro invita a padecer por él, no a quitarlo del camino para que no estorbe. Cruel actitud no de una persona, de un tiempo en el que el utilitarismo sobrepasa cualquier búsqueda.
    Natalia, creo que comprendo la lección. El “gatito” tierno e inofensivo, es una imagen de los “sin voz” de nuestra sociedad, de quienes padecen olvidados y desatendidos, de los que no pueden hacer nada, pues nada les espera, sólo el arrinconamiento y el aniquilamiento. La experiencia de impotencia obviamente es un sufrimiento. Querer más no poder, es doloroso para quienes guardamos escuchamos en nuestro interior, esa voz que nos invita y lanza al encuentro de los otros desde esa cantidad de sufrimientos que padecen, mínimamente para ser compañía. Siento que hay unos sentimientos que nos unen y es la mejor forma de conocernos
    Decidir, ser libre, arriesgarse aunque sea un poquito es proyección de la responsabilidad que se tiene por el entorno social y ecológico. ¡El otro vale la pena!
    Un abrazo
    Ernesto B./

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  4. Blanca Maguiña de Rios

    Cierto Saúl lo que dices, más vale una decisión mal tomada que no saber tomar decisiones. Si erramos aprendemos mas. Nuestra vida se va haciendo realidad en base a decisiones y no siempre una decisión es correcta. Hay que hacerlo sin temor.
    Natalia, si nos equivocamos en algo es porque estamos haciendo ese «algo”. Y los niños que estaban contigo también tendrán en su memoria que tú hiciste ese “algo» para salvar al gatito.
    Saludos

    Blanca

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  5. Javier

    Yo creo que hiciste lo correcto, intentaste ayudar a un gatito indefenso pero la mala suerte le tenía condenado, pobrecillo. Tú diste la cara por él, quédate tranquila. Es peor lo mio:
    Circulaba (hace unos cuatro años) por la A6 hacia Villalba y a la altura de Torrelodones había dos o tres coches parados en el carril de la izquierda, con los intermitentes encendidos. Yo reduje la marcha, evidentemente, porque también iba por la izquierda y cuando iba llegando, el primer coche se fue y luego los otros dos. Y allí quedó una perra grande, con las tetas que casi le llegaban al suelo, mirándome… una perra que habían dejado en mitad de la autopista. Yo no sabía que hacer y me marché.
    Y aún hoy me siento lo peor, lo más bajo del mundo, un cerdo. La veo mirándome, la podría haber ayudado, pero me acobardé por el tráfico, no estoy seguro que fue lo que me hizo marcharme. ojalá alguien como tu llegase después.

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    • Javier

      «Alguien como tú», quise decir ;-D

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  6. Roberto

    Quizá, si no hubieses parado, el siguiente conductor vería al gato, intentaría esquivarlo y provocaría un tremendo accidente en mitad del puente.
    La vida, al igual que el tiempo, solo tiene una dirección y resulta inútil pensar cómo sería la realidad si la decisión tomada hubiese sido otra.
    Yo creo que la cuestión ahora es… ¿Qué decisión tomarás con el siguiente gato en mitad de la carretera?
    En cualquier caso el gesto que has tenido te honra.

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  7. Pilar

    Hola Natalia, siento mucho el «mal trago» y el mal recurdo que te ha quedado, pues estas situacioens no se olvidan. Pero efectivamente, lo importe es actuar a pesar de que a veces nos equivoquemos con ello. Hay que tomar parte en la vida y en las decisiones. Ser activos y no pasivos. Creo sinceramente que diste un buen ejemplo a esos niños que iban en el coche. Un cordial saludo.

    Responder
  8. Saul Gonzalez

    Hola Natalia:
    Una narración muy triste. Lo siento mucho por tí.
    Una de las banderas con las que voy por la vida es que «Sé tomar decisiones» (decision maker), y ha habido muchas veces en que he tomado la decisión incorrecta, sin embargo, creo que más vale una decisión mal tomada que no tomar decisiones. Quién trabaja se equivoca, quién no trabaja nunca se va a equivocar, pero tambén se va a quedar estático.

    Saul

    Responder

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